martes, 4 de junio de 2013

El libro vacío: Josefina Vicens


LA OQUEDAD EN CONTEXTO
Susana Mota López

Josefina Vicens plasmó en El libro vacío un tema para reflexionar: la escritura como arma interpretativa y comunicativa de la vida del ser humano. La autora lo refleja en su sentido más profundo sobre los avatares de vidas ordinarias en una sociedad automatizada. Por lo tanto, como humanista retrata la realidad expresada en la vida de la historia de un sombrío empleado, inmerso en la oquedad de la vida rutinaria de la burocracia que lo induce a ser aburrido. José García lucha por tratar de vivir, evidenciar y trascender su vida a través de la escritura, como un remedo de escritor en ciernes.
            Se observa la descripción de un personaje común en su empeño acuciante por dar término a su proceso de escribir y se angustia por la vaciedad psíquica de su impotencia al querer narrar una historia, y amargamente admite que le falta inventiva: 
Pero mi pretensión de crear, no de relatar o aprovecharme de tipos ya creados, me impedía esa concesión que juzgaba una deshonestidad. No se trataba de usar la experiencia y el conocimiento, sino la imaginación; una imaginación de la que carezco en absoluto, porque no pude, a pesar de todos mis esfuerzos, urdir una trama medianamente interesante. [i]
           Mas en la escritura del propio libro, Josefina Vicens describe la zozobra de la soledad del personaje, la inadaptación de su edad en el tiempo, sus problemas existenciales por la influencia tan marcada que dejó tanto la Segunda Guerra Mundial como la última parte de la Revolución Mexicana, un hombre incapaz de reconocerse a sí mismo, que se debate entre la pasión del éxtasis del objeto de su deseo: la escritura de su historia de vida; y el horror al vacío de su mente que no puede crear un libro. Con esta narración acerca de José García realmente la autora detalla el sentir de los hombres como personajes interpretativos de los problemas del pueblo.
           José García, desde un punto de vista psicoanalítico: busca el sentido de su vida y de la vida de los demás, manifiesta su incomunicación con la familia y la gente que lo rodea, expone un vínculo humano inferior y la derivación de los problemas que éste crea, trasmite una frustración tal que decae en displicencia y ésta motiva al lector a rebelarse y  reaccionar contra esa apatía del personaje que dice que escribe y no escribe como si éste estuviera dividido en dos. Dentro de este personaje se fragua una batalla en un ser que le impele a escribir y otro que lo impide, que evita el escribir. En consecuencia, García vive bajo el dominio de un ego severo que lo induce a escribir en blanco y otro que lo conmina a escribir. Cree en dos egos que le hacen perder su individualidad, que ambos se enfrentan para hacerlo cavilar: “Porque a veces, el “yo” que hace lo que no quiero hacer es al que en realidad amo, porque me desata de ese no terco y hermético al que estoy sujeto”. [ii] Mas sólo acepta que es él mismo y quiere conocer a sus dos “yo” porque lo tienen desconcertado y sin personalidad:
A esos dos “yo” quisiera ponerles nombre, familiarizarme un poco con ellos, tratarlos. En apariencia esto carece de sentido, puesto que son yo mismo. Pero es que en realidad en cierto modo ya no forman parte de mí, ni uno, ni otro. Parece que los dos se lanzan a lo suyo, apresurados, despiadados, y yo siento que me van dejando atrás.[iii]
          Vicens trasmite a través de su protagonista tres conceptos esenciales: la convivencia humana, la esperanza de una mejor comunicación y el tiempo que se diluye en el espacio como en la nada. Lo admirable en la autora es que siendo mujer plasma con su pluma creadora toda la impotencia del hombre ante la soledad que corroe en determinados personajes como José García. La autora describe con maestría el proceso para narrar mediante la voz del personaje, conoce cómo deben ser los personajes, qué es el quehacer de la escritura, cómo describir la atmósfera, el escenario, hasta el mobiliario de las escenas, pero sabe que la imaginación le compete exclusivamente a su personaje que quiere y no puede narrar. Es evidente que éste se sabe no escritor y se sincera consigo mismo al decir íntimamente:
Todo esto y todo lo que iré escribiendo es sólo para decir nada y el resultado será, en último caso, muchas páginas llenas y un libro vacío. No es una novela, hijo mío, ni acaba bien. No puede acabar lo que no empieza y no empieza porque no tengo nada que decir. Tu padre no es escritor ni lo será nunca. Es un pobre hombre que tiene necesidad de escribir, como otro puede tenerla de beber.[iv]
            En otro ángulo, en la novela se trata de exponer el burocratismo en toda la extensión de la palabra, es denunciar la abyección a que se somete por inercia el personaje. José García es un burócrata dinosaurio que se va diluyendo en la podredumbre de papeles y más papeles de oficina como un trivial empleado de bajo perfil. Su lucha por expresarse es la pugna de los que no encuentran un sentido a su vida, y como José García, que aparentemente escriben, y al final no lo hacen; no pueden narrar una historia de vida sencilla, y así no saben manifestar sus sentimientos, sus ideas, sus emociones, sus pesares y sus dudas. Les falta lo principal: la imaginación; y la imaginación no se puede dar cuando se tiene tantos problemas existenciales. No puede aparecer la “musa” que anima el fuego de la inspiración en una persona con falta de interacción con sus semejantes, un ser humano que todavía no se conoce a sí mismo, un personaje a quien le brota una fijación de dependencia con su madre, con su abuela, que evita la comunicación abierta con su esposa e hijos, hasta con su amante, Lupe Robles; que cree que el alcohol le aliviará y sacará de este hermetismo al sentido del bien  vivir, aceptar esa realidad y transformarla. 
           La época en que salió a la luz El libro vacío es de los años cincuenta a sesenta, cuando Daniel Cosío Villegas es miembro distinguido de El Colegio Nacional, Alfonso Reyes publica La x en la frente, y Juan Rulfo imprime El llano en llamas, Martín Luis Guzmán es incorporado a la Academia Mexicana, se divulga Pedro Páramo de Juan Rulfo, José Vasconcelos y Alfonso Reyes mueren en la ciudad de México y así hasta 1960 cuando se crea el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado. Eran años de establecer reformas a los que Josefina Vicens fomentó en su cargo en la Secretaría de Acción Femenil de la Confederación Nacional Campesina y en su trabajo por el Departamento de Servicios Sociales de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Eran años de la generación de escritores novelistas contemporáneos. Por lo que conocía bastante bien el ambiente automatizado, limitante y gris de la vida de los empleados federales. Viendo esta situación Josefina Vicens narra la vida de este personaje obtuso para denunciar la pérdida de la identidad en la soledad interna de su vida.
          El personaje José García, como narrador homodiegético, es y se siente un número más en la nómina, un sonido sistemático al checar tarjeta y revisar la justa hora de entrada y salida; y ver que el tiempo va transcurriendo sin sentido, que él se hace más viejo inmerso en la monotonía del escritorio que se repite en su casa con sus familiares y allegados. Sin embargo, es imposible que esté lejos de la realidad. Su incapacidad de darle sentido a su vida lo convierte en un ser insignificante que, cansado de trabajar mecánicamente, ya no tiene sensibilidad para ver el paisaje de la vida con otros ojos, ya no puede percibir la belleza que existe en los seres humanos y en la naturaleza:
No sé para los demás hombres, pero para nosotros, los que desde hace tantos años trabajamos allí, desalentados, vencidos, el día tiene horas mágicas que uniforman nuestras sensaciones. Llegamos, en la mañana, limpios y alegres, hacemos algunas bromas y empezamos a trabajar. Hay una especie de ritmo vivo; un esfuerzo dedicado a alguien, a nuestra mujer, a nuestros hijos, que nos hace sentirnos satisfechos y hasta importantes. A las dos de la tarde, agobiados por el encierro y el calor, todos tenemos una expresión de fatiga innoble, esencialmente física, que resta sentido y justificación al esfuerzo.[v]
         En suma, para dar conclusión, estas imágenes no están muy lejos de la realidad actual en la vida de los burócratas del aparato gubernamental. El hombre de estas esferas se ha hecho tan insensible que su tarea de servidores públicos ha sido plagada de corruptelas, de sobornos, de incomunicación, de mentiras y medias verdades, de incompetencia, de abulia.
        Josefina Vicens, en su momento, hizo un retrato bien detallado y esclarecedor de esta burocracia insociable. Se adelantó a la presente, la que es digna de una total depuración urgente para nuestros días, y más cuando las votaciones fueron amañadas para soportar un presidente que empobrece la idea de sacar adelante un país con necesidad urgente de cambio profundo, con soluciones incluyentes y emergentes, y con tantas desigualdades sociales y que ahora se encuentra en una gran crisis social, económica, y política.
        Vale la pena analizar con profundidad las dos únicas obras de Josefina Vicens: El libro vacío y Los años falsos, quien emuló a otro gran escritor, sólo por el número de obras hechas: Juan Rulfo. Entonces, también son famosos por ese simple detalle. Los dos escribieron obras únicas e inigualables, obras que trascendieron a la posteridad y que los identifica como novelistas contemporáneos.
 
Susana Mota López es egresada de la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

[i] Josefina Vicens, El libro vacío. Los años falsos. Pról. de Aline Pettersson, México, fce, 2009, p. 45.
[ii] Ibid, p. 50.
[iii] Ibid, p. 51.
[iv] Ibid, pp. 54-55.
[v] Ibid, p. 71.