LA OQUEDAD EN CONTEXTO
Susana
Mota López
Josefina
Vicens plasmó en El libro vacío un
tema para reflexionar: la escritura como arma interpretativa y comunicativa de la
vida del ser humano. La autora lo refleja en su sentido más profundo sobre los
avatares de vidas ordinarias en una sociedad automatizada. Por lo tanto, como
humanista retrata la realidad expresada en la vida de la historia de un sombrío
empleado, inmerso en la oquedad de la vida rutinaria de la burocracia que lo
induce a ser aburrido. José García lucha por tratar de vivir, evidenciar y
trascender su vida a través de la escritura, como un remedo de escritor en
ciernes.
Se
observa la descripción de un personaje común en su empeño acuciante por dar
término a su proceso de escribir y se angustia por la vaciedad psíquica de su
impotencia al querer narrar una historia, y amargamente admite que le falta
inventiva:
Pero
mi pretensión de crear, no de relatar o aprovecharme de tipos ya creados, me
impedía esa concesión que juzgaba una deshonestidad. No se trataba de usar la experiencia
y el conocimiento, sino la imaginación; una imaginación de la que carezco en
absoluto, porque no pude, a pesar de todos mis esfuerzos, urdir una trama
medianamente interesante. [i]
Mas en la escritura del propio
libro, Josefina Vicens describe la zozobra de la soledad del personaje, la
inadaptación de su edad en el tiempo, sus problemas existenciales por la
influencia tan marcada que dejó tanto la Segunda Guerra Mundial como la última
parte de la Revolución Mexicana, un hombre incapaz de reconocerse a sí mismo, que
se debate entre la pasión del éxtasis del objeto de su deseo: la escritura de
su historia de vida; y el horror al vacío de su mente que no puede crear un
libro. Con esta narración acerca de José García realmente la autora detalla el
sentir de los hombres como personajes interpretativos de los problemas del
pueblo.
José García, desde un punto de vista
psicoanalítico: busca el sentido de su vida y de la vida de los demás, manifiesta
su incomunicación con la familia y la gente que lo rodea, expone un vínculo
humano inferior y la derivación de los problemas que éste crea, trasmite una
frustración tal que decae en displicencia y ésta motiva al lector a rebelarse y
reaccionar contra esa apatía del
personaje que dice que escribe y no escribe como si éste estuviera dividido en
dos. Dentro de este personaje se fragua una batalla en un ser que le impele a
escribir y otro que lo impide, que evita el escribir. En consecuencia, García
vive bajo el dominio de un ego severo que lo induce a escribir en blanco y otro
que lo conmina a escribir. Cree en dos egos que le hacen perder su
individualidad, que ambos se enfrentan para hacerlo cavilar: “Porque a veces,
el “yo” que hace lo que no quiero hacer es al que en realidad amo, porque me
desata de ese no terco y hermético al
que estoy sujeto”. [ii]
Mas sólo acepta que es él mismo y quiere conocer a sus dos “yo” porque lo
tienen desconcertado y sin personalidad:
A
esos dos “yo” quisiera ponerles nombre, familiarizarme un poco con ellos,
tratarlos. En apariencia esto carece de sentido, puesto que son yo mismo. Pero
es que en realidad en cierto modo ya no forman parte de mí, ni uno, ni otro.
Parece que los dos se lanzan a lo suyo, apresurados, despiadados, y yo siento
que me van dejando atrás.[iii]
Vicens trasmite a través de su
protagonista tres conceptos esenciales: la convivencia humana, la esperanza de
una mejor comunicación y el tiempo que se diluye en el espacio como en la nada.
Lo admirable en la autora es que siendo mujer plasma con su pluma creadora toda
la impotencia del hombre ante la soledad que corroe en determinados personajes
como José García. La autora describe con maestría el proceso para narrar
mediante la voz del personaje, conoce cómo deben ser los personajes, qué es el
quehacer de la escritura, cómo describir la atmósfera, el escenario, hasta el
mobiliario de las escenas, pero sabe que la imaginación le compete
exclusivamente a su personaje que quiere y no puede narrar. Es evidente que éste
se sabe no escritor y se sincera consigo mismo al decir íntimamente:
Todo
esto y todo lo que iré escribiendo es sólo para decir nada y el resultado será,
en último caso, muchas páginas llenas y un libro vacío. No es una novela, hijo
mío, ni acaba bien. No puede acabar lo que no empieza y no empieza porque no
tengo nada que decir. Tu padre no es escritor ni lo será nunca. Es un pobre
hombre que tiene necesidad de escribir, como otro puede tenerla de beber.[iv]
En otro ángulo, en la novela se
trata de exponer el burocratismo en toda la extensión de la palabra, es
denunciar la abyección a que se somete por inercia el personaje. José García es
un burócrata dinosaurio que se va diluyendo en la podredumbre de papeles y más
papeles de oficina como un trivial empleado de bajo perfil. Su lucha por
expresarse es la pugna de los que no encuentran un sentido a su vida, y como
José García, que aparentemente escriben, y al final no lo hacen; no pueden
narrar una historia de vida sencilla, y así no saben manifestar sus
sentimientos, sus ideas, sus emociones, sus pesares y sus dudas. Les falta lo
principal: la imaginación; y la imaginación no se puede dar cuando se tiene
tantos problemas existenciales. No puede aparecer la “musa” que anima el fuego
de la inspiración en una persona con falta de interacción con sus semejantes,
un ser humano que todavía no se conoce a sí mismo, un personaje a quien le
brota una fijación de dependencia con su madre, con su abuela, que evita la
comunicación abierta con su esposa e hijos, hasta con su amante, Lupe Robles; que
cree que el alcohol le aliviará y sacará de este hermetismo al sentido del
bien vivir, aceptar esa realidad y
transformarla.
La época en que salió a la luz El libro vacío es de los años cincuenta
a sesenta, cuando Daniel Cosío Villegas es miembro distinguido de El Colegio
Nacional, Alfonso Reyes publica La x en
la frente, y Juan Rulfo imprime El
llano en llamas, Martín Luis Guzmán es incorporado a la Academia Mexicana,
se divulga Pedro Páramo de Juan
Rulfo, José Vasconcelos y Alfonso Reyes mueren en la ciudad de México y así
hasta 1960 cuando se crea el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los
Trabajadores del Estado. Eran años de establecer reformas a los que Josefina
Vicens fomentó en su cargo en la Secretaría de Acción Femenil de la
Confederación Nacional Campesina y en su trabajo por el Departamento de
Servicios Sociales de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Eran años de
la generación de escritores novelistas contemporáneos. Por lo que conocía
bastante bien el ambiente automatizado, limitante y gris de la vida de los
empleados federales. Viendo esta situación Josefina Vicens narra la vida de
este personaje obtuso para denunciar la pérdida de la identidad en la soledad
interna de su vida.
El personaje José García, como
narrador homodiegético, es y se siente un número más en la nómina, un sonido
sistemático al checar tarjeta y revisar la justa hora de entrada y salida; y
ver que el tiempo va transcurriendo sin sentido, que él se hace más viejo inmerso
en la monotonía del escritorio que se repite en su casa con sus familiares y
allegados. Sin embargo, es imposible que esté lejos de la realidad. Su
incapacidad de darle sentido a su vida lo convierte en un ser insignificante
que, cansado de trabajar mecánicamente, ya no tiene sensibilidad para ver el
paisaje de la vida con otros ojos, ya no puede percibir la belleza que existe
en los seres humanos y en la naturaleza:
No
sé para los demás hombres, pero para nosotros, los que desde hace tantos años
trabajamos allí, desalentados, vencidos, el día tiene horas mágicas que
uniforman nuestras sensaciones. Llegamos, en la mañana, limpios y alegres,
hacemos algunas bromas y empezamos a trabajar. Hay una especie de ritmo vivo;
un esfuerzo dedicado a alguien, a nuestra mujer, a nuestros hijos, que nos hace
sentirnos satisfechos y hasta importantes. A las dos de la tarde, agobiados por
el encierro y el calor, todos tenemos una expresión de fatiga innoble, esencialmente
física, que resta sentido y justificación al esfuerzo.[v]
En suma, para dar conclusión, estas
imágenes no están muy lejos de la realidad actual en la vida de los burócratas
del aparato gubernamental. El hombre de estas esferas se ha hecho tan
insensible que su tarea de servidores públicos ha sido plagada de corruptelas,
de sobornos, de incomunicación, de mentiras y medias verdades, de
incompetencia, de abulia.
Josefina Vicens, en su momento, hizo un
retrato bien detallado y esclarecedor de esta burocracia insociable. Se
adelantó a la presente, la que es digna de una total depuración urgente para
nuestros días, y más cuando las votaciones fueron amañadas para soportar un presidente
que empobrece la idea de sacar adelante un país con necesidad urgente de cambio
profundo, con soluciones incluyentes y emergentes, y con tantas desigualdades
sociales y que ahora se encuentra en una gran crisis social, económica, y política.
Vale la pena analizar con profundidad
las dos únicas obras de Josefina Vicens: El
libro vacío y Los años falsos,
quien emuló a otro gran escritor, sólo por el número de obras hechas: Juan
Rulfo. Entonces, también son famosos por ese simple detalle. Los dos
escribieron obras únicas e inigualables, obras que trascendieron a la
posteridad y que los identifica como novelistas contemporáneos.
Susana Mota López es egresada de la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
[i]
Josefina Vicens, El libro vacío. Los años
falsos. Pról. de Aline Pettersson, México, fce,
2009, p. 45.
[ii] Ibid, p. 50.
[iii] Ibid, p. 51.
[iv] Ibid, pp. 54-55.